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Leyenda de las Piedras del Sochule o de “Los Compadres”

Por: Fernando G. Castolo, Cronista de la Ciudad.

Las Piedras Sagradas del Sochule, ubicadas en el macizo montañoso oriente, del majestuoso Valle de Tzapotlán, resulta ser uno de los complejos monumentales más asombrosos del mágico pasado de Zapotlán. En el Fuego Nuevo de 1455, según el Códice de Cuauhtitlán, Nepohualco, rey de Tlayólan, ofreció en sagrado sacrificio a su hija Tonantzin, ya que por despecho o por rabia, deseaba verla alejada de Tlalocatépetl, único hijo varón de su hermano menor Nepohualpilli, a quien había aborrecido en vida por que siempre fue el predilecto de su padre, tan fue así que lo dejó como Jefe de toda la comarca, hasta que falleció a causa de un mal. Al fallecer Nepohualpilli, su hermano Nepohualco, despojó de todo derecho a Tlalocatépetl, aunado a que éste estaba enamorado de su hija Tonantzin, quien a la vez le correspondía.

Tlalocatépetl, estaba llorando de impotencia, al ver que su amada Tonantzin iba a ser sacrificada para agradar a la Piedras Sagradas, llamadas del Sochule. Nepohualco estaba a punto de clavar la punta del cuchillo de obsidiana en el pecho de su amada hija, cuando de repente la tierra empezó a temblar, arrojando al precipicio, que está enseguida de las dichas piedras, al rey Nepohualco.

Las Piedras Sagradas del Sochule, lanzaron un ruido estruendoso, como el de un quejido, que inevitablemente asustó a todos los naturales que se encontraban en el lugar. Se habían cumplido los designios del chaman, Cacama, quien había advertido al rey Nepohualco que las Piedras Sagradas del Sochule querían una ofrenda de amor y no de dolor.

Las Piedras Sagradas del Sochule, cuya malformación geológica se debe a las caprichosas formas que quedaron, después de que hace ya casi 5,000 años, antes que la nada y el todo existieran, explotara el volcán, cuyo cráter se localizaba justo encima del Sochule. Habían llegado al valle los primeros habitantes, y entre aquella primera tribu sin nombre y sin razón, nació un gran amor, que se cultivó día a día, como se cultivó el maíz, tan abundoso en el valle. En aquel tiempo ya temblaba la tierra, tanto más como hoy día —narraba el viejo Cacama—. Los constantes estruendos del volcán estremecían a los desprotegidos pobladores del lugar. Cierto día, el volcán amaneció más furioso que otros días, lo que extrañó a la tribu; la tierra empezó a temblar con gran intensidad. Entonces él y ella, cuyos nombres se han perdido en el polvo del tiempo, corrieron hacia el volcán para ofrecer su gran amor en sacrificio, a cambio de que la catástrofe natural que amenazaba con acabar con los pobladores, se detuviera. El volcán estalló, y ante la angustia de los asustados pobladores del valle, que vieron su fin en aquel instante, observaron como la lava que había arrojado el volcán se empezó a derramar en frondosas cascadas de fuego, siendo los primeros que perecieron la noble pareja de enamorados. Sin embargo, como por encanto, la amenazante lava justo en ese momento se detuvo. La tierra se calmó y el polvo se disipó; y los lugareños que corrían despavoridos hacia el otro extremo del valle se detuvieron, y voltearon hacia atrás y vieron que el volcán había desaparecido, y en su lugar se localizaban un par de hermosas piedras, cual cabezas colosales, que parecían mirar a los pobladores en ademán de protección. Ellos interpretaron que aquella pareja de enamorados, se ofrecieron en sacrificio, como tal lo fue, quedando sus cabezas para la perpetuidad de los tiempos; y desde entonces decidieron honrarlas, ya que éstas se habían convertido en el símbolo de su protección. Las colosales piedras, tomaron un arraigo de veneración y las bautizaron con el nombre del Sochule, que significa "lugar sagrado".

Cuando acabó el chaman de narrar la historia dijo a los presentes: Por eso a las Piedras Sagradas del Sochule se les debe ofrecer un sacrificio de amor y no de dolor, porque por amor los enamorados salvaron al valle de la terrible catástrofe, este valle que hoy nos cobija; y como símbolo de ese gran amor, quedaron esas piedras para la perpetuidad, asegurando la permanencia de los primeros pobladores de este valle, haciéndolos grandes y fuertes, cuidándolos y protegiéndolos para el resto de los tiempos, haciendo de nuestro pueblo, un pueblo eterno.

Ahora que todos se han enterado del porqué el enojo de las Piedras Sagradas del Sochule, lamentan la muerte el egoísta rey Nepohualco; y la feliz pareja, formada por Tonantzin y Tlalocatépetl, postrados, en bella ceremonia, unen sus almas para toda la vida, siendo testigos de esta dicha la Piedras Sagradas del Sochule.

Un millar de aves primorosas levantan el vuelo; y una lluvia de flores multicolores enmarcan el jubiloso acontecimiento. Una vez más el amor ha vencido toda adversidad.

A estas piedras hoy día se les conoce como de "Los Compadres", y se encuentran enmarcadas en una leyenda que nada tiene que ver con lo que realmente pasó en ese lugar. La antigua leyenda se encontraba perdida pero hoy día se ha vuelto a rescatar, y como nuestro pueblo, quedará para la perpetuidad de los tiempos.


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